El halcón Simón y la palomita Conchita

 

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Brea era una aldea hermosa de mi Galicia preciosa y en Brea vivía Pascual, un hombre rural que nunca había hecho el Mal, es más, su esposa Leonor lo tenía por un señor.

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Un día, al mediodía, al halcón Simón capturó y en una gran jaula lo metió. Luego del palomar, a la palomita Conchita le llevaría para ver como la comía. 

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El halcón, ni la miró, y Bastián se enfadó:

-¡Ya la comerás, emplumado Satanás!

Pascual, en su casa se metió, y a su hijo Pascualín, le explicó, cómo al halcón capturó.

-Estaba despistado el condenado, y ¡zas!, lo agarré por el cuello y casi lo degüello.

-¿Y qué vas a hacer con él, papá? -le preguntó el pillín Pascual

-Lo voy a engordar y después me lo voy  zampar.

Leonor, que había estado sentada, escuchando, y que no reconocía a su marido en el bandido que estaba estaba hablado, cuando se  fue, se puso en pie y le dijo al pillín Pascualín:

-A tu padre se le ha ido la olla. Hay que soltar al halcón campeón.

-Yo me encargó mamá, el que me ha estado hablando no era Papá.

Al atardecer,  el pillín Pascualín la puerta de la gran jaula abrió al halcón Simón y a la palomita Conchita, liberó.

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Volando en libertad, le preguntó al halcón Simón a la palomita Conchita: 

-¿Por que no me has comido cuando has podido?

-No tientes a tu suerte que aun puedo comerte. Pero te lo diré:
Dar satisfacciones a un degenerado, no fue, no es y nunca será de mi agrado.

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MORALEJA: Detrás de quien crees  un depredador puede esconderse un señor y detrás de quien crees un señor un depredador.

                                                 Fin

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