Tina la campesina 1
En el Reino de las Ilusiones, donde ponían huevos de oro los gorriones, vivía una campesina llamada Tina, de la que el príncipe Donado, desde muy joven estaba enamorado.
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Los caballeros ya no hablaban de honor porque al hechicero tenían pavor. Nadie con él se atrevía. En el reino había germinado la semilla de la cobardía.
La campesina Tina, a caballo, y con armadura de caballero se iba a enfrentar al hechicero Romero, un nombre que nadie podía nombra por que a todos hacía temblar.
Romero, al saber que se acercaba un joven que era como un ciclón mando a su encuentro al dragón
Al dragón derrotó y su camino siguió.
-Las pruebas que los dioses os habían mandado las habéis superado. Tina, devolveré su hijo a ese rey que tan mal os ha tratado.
Vivían una historia de amor clandestina ya que el rey Samuel odiaba a la campesina. Prefería ver a su hijo expiando a que algún día con ella estuviese reinando.
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A río revuelto ganancias de pescadores, y el hechicero Romero en esas lides era de los mejores. Con el príncipe luchó, con magia lo venció y en una cueva lo encadenó.
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El rey Samuel, que a pesar de las desavenencias por su hijo daría la piel, como él era mayor, ofreció un rescate para el que al hechicero diese jaque mate.
Los caballeros ya no hablaban de honor porque al hechicero tenían pavor. Nadie con él se atrevía. En el reino había germinado la semilla de la cobardía.
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Ya el rey desesperaba cuando a palacio llegó una enmascarada dispuesta a enfrentarse al hechicero Cubero. El rey la miró y por una loca la tomo.
-¿Quién sois y que queréis, enmascarada perturbada?
-Soy alguien que daría la vida por vuestro hijo, y la daría con valor. Prometedme, señor, que si lo libero, y él quiere, podré tener su amor.
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El rey supo al momento quien era la que le venía, con lo que para él, era un cuento.
-¡Vos sois la campesina que embrujó al incapaz! ¡¡Quitad ese antifaz!!
Tina la campesina no se quitó la careta.
-¿Que hay de malo en nuestro amor? Decídmelo, por favor,
-´¡Qué mi hijo es un príncipe y vos sois una andrajosa, una campesina piojosa!
-Tenía que intentarlo, aunque no sabía que vuestro concepto de mí era así. Lo liberaré y nunca más volveré por aquí. Con la recompensa podéis llenar más vuestra despensa.
-¿Que hay de malo en nuestro amor? Decídmelo, por favor,
-´¡Qué mi hijo es un príncipe y vos sois una andrajosa, una campesina piojosa!
-Tenía que intentarlo, aunque no sabía que vuestro concepto de mí era así. Lo liberaré y nunca más volveré por aquí. Con la recompensa podéis llenar más vuestra despensa.
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¿Tenéis ganas de morir, campesina?-Mi nombre es Tina. Mi abuelo era Guido, el mejor guerrero que habéis tenido. De él aprendí todo lo que sé. Quien a mí se enfrenta no acaba en pie.
-Luchad si es lo que queréis, pero sabéis que a mi hijo nunca lo tendréis.
-Luchad si es lo que queréis, pero sabéis que a mi hijo nunca lo tendréis.
La campesina Tina, a caballo, y con armadura de caballero se iba a enfrentar al hechicero Romero, un nombre que nadie podía nombra por que a todos hacía temblar.
Romero, al saber que se acercaba un joven que era como un ciclón mando a su encuentro al dragón
Simeón.
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El hechicero le envió a Cubero a un hermano de Cerbero, que era mucho más fiero, con él luchó y también lo derrotó.
El hechicero le envió a Cubero a un hermano de Cerbero, que era mucho más fiero, con él luchó y también lo derrotó.
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Legó a la cueva del hechicero Romero, que en realidad era una hechicera bella como la primavera, y que le dijo a la campesina guerrera.
-Las pruebas que los dioses os habían mandado las habéis superado. Tina, devolveré su hijo a ese rey que tan mal os ha tratado.
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-Donado. ¿Sabéis quién os ha rescatado?
-Supongo que sería algún caballero duro como el acero.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
-¿Se trataba todo de pruebas? -dijo Tina la campesina.
-Sí, los dioses te han puesto las pruebas, las has superado y ahora eres de su grado. Vete ya que tengo que soltar a quien os amó, os ama y os va a amar.
La hechicera al príncipe soltó y este al palacio volvió. Al ver a su hijo, el rey muy contento estaba, más había algo que no le cuadraba, por eso, extrañado, le preguntó a u hijo Donado:
-Donado. ¿Sabéis quién os ha rescatado?
-Supongo que sería algún caballero duro como el acero.
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-¡Maldita sea mi inquina! Ni reinas, ni princesas, ni reyes ni caballeros pueden tener tanta nobleza como esa campesina. Mejor reina que esa mujer este reino no puede tener.
-¿Qué mujer, padre? ¿Qué campesina?
-¡Maldita sea mi inquina! Ni reinas, ni princesas, ni reyes ni caballeros pueden tener tanta nobleza como esa campesina. Mejor reina que esa mujer este reino no puede tener.
-¿Qué mujer, padre? ¿Qué campesina?
-Tina.
-¡¿Me liberó mi Tina?!
-¡¿Me liberó mi Tina?!
-Sí, hijo, tu Tina.
Hubo una gran boda en la que fueron invitados, noble y campesinos, llegaron de todos los lados.
Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.
Fin
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