Asafa, la princesa jirafa
En el Reino del Millón de Senderos, donde los melocotoneros eran sabios consejeros, vivía la princesa Asafa, a la que todos llamaban La Princesa Jirafa.
Un año más tarde sonaron campanas de boda. Se casaban el apuesto príncipe Ernesto y Asafa, la que fuera Princesa Jirafa, y que ahora ya no era tal, pues por su estatura, era el orgullo nacional.
MORALEJA: Quien no sale de su casa no sabe lo que fuera de ella pasa.
Kiko
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Asafa, que era una gran belleza, al más alto del reino le sacaba una cabeza. No tenía pretendientes, ni nobles, ni pobres, ni plebeyos ni pudientes,
Su altura impresionaba y su belleza acobardaba.
Un día, al mediodía, se fue al huerto de los melocotoneros, a donde iban a pedir consejo, aldeanos, nobles,
caballeros...
-¿Por qué soy tan desgarbada? ¿Por qué nací para ser desgraciada? -pregunto la princesa, desolada
-Sois la más bella del reino. Tenéis un talle que marea. ¿Quién os ha dicho que sois fea, alteza? -le dijo un melocotonero con voz de arriero.
Asafa, que era una gran belleza, al más alto del reino le sacaba una cabeza. No tenía pretendientes, ni nobles, ni pobres, ni plebeyos ni pudientes,
Su altura impresionaba y su belleza acobardaba.
Un día, al mediodía, se fue al huerto de los melocotoneros, a donde iban a pedir consejo, aldeanos, nobles,
caballeros...
-¿Por qué soy tan desgarbada? ¿Por qué nací para ser desgraciada? -pregunto la princesa, desolada
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-No es que sea fea, se que poseo belleza, pero soy la burla del pueblo y de la realeza.
-¡Qué poco sabéis de la vida, querida!
-Yo sólo quiero enamorarme, casarme...
-Todo lo andaréis, ya lo veréis -le dijo con mucho salero otro melocotonero.
-¡Qué poco sabéis de la vida, querida!
-Yo sólo quiero enamorarme, casarme...
-Todo lo andaréis, ya lo veréis -le dijo con mucho salero otro melocotonero.
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Al mes siguiente llegó una caravana de un reino lejano encabezada por el príncipe Ernesto, un joven muy apuesto, al que recibió el rey Tafa, padre de Asafa.
-¡Cómo me llamo Tafa que tengo delante a un gigante!-dijo el rey creyendo que su palabra era ley.
Al mes siguiente llegó una caravana de un reino lejano encabezada por el príncipe Ernesto, un joven muy apuesto, al que recibió el rey Tafa, padre de Asafa.
-¡Cómo me llamo Tafa que tengo delante a un gigante!-dijo el rey creyendo que su palabra era ley.
-¿No digáis eso, por favor, lo que pasa es que vos sois bajo de estatura, señor.
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-¡¿Yo?! ¡Vive Dios que mido un meto veintidós!
-Yo diría que sois de estatura muy, muy, muy baja -apostilló Ernesto, el príncipe apuesto.
-Yo diría que sois de estatura muy, muy, muy baja -apostilló Ernesto, el príncipe apuesto.
Un año más tarde sonaron campanas de boda. Se casaban el apuesto príncipe Ernesto y Asafa, la que fuera Princesa Jirafa, y que ahora ya no era tal, pues por su estatura, era el orgullo nacional.
MORALEJA: Quien no sale de su casa no sabe lo que fuera de ella pasa.
Kiko
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