Sinforosa, la princesa caprichosa


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En el Reino de la Esfera, donde siempre era primavera, vivía Sinforosa, la Princesa Caprichosa. Nada la llenaba. Todo lo despreciaba, y llamaba loco a quien le parecía mucho lo que a ella le parecía poco.
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La princesa que vivía rodeada de lujo, un día llamó loca a la bruja Cartuja y la bruja la convirtió en una labriega, bella, pero que iba a estar por la pena ciega
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Sinforosa, apareció al final de una pradera y le entró la llorera.

-¿Qué voy a hacer para vivir? No tengo oficio. No podré subsistir.
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Del bosque salió un cazador, que la había escuchado, y le dijo con con voz recia de soldado:

-Una mujer que no sabe hacer nada a mendigar está abocada.
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-¿Mendigar? Esta mañana era una princesa, algo traviesa, pero princesa.
-Lo sé, morritos de fresa. Erais princesa, princesa caprichosa, Sinforosa. ¡¡Fría como una roca y que me llamó loca!!
-¿Quién sois? No tenéis educación y rugís como un león.

El cazador, de mala manera la miró, y después se transformó.

-Soy la bruja Cartuja. Ahí os dejo hasta que encontréis a vuestro otro yo en el espejo.
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Sinforosa, cuando ya estaba muy, muy cansada encontró una cabaña que creyó abandonada.
En la cabaña entró. En una cama se acostó y dormida se quedó.

Al despertar el desayuno tenía preparado. Un joven apuesto se lo había cocinado. Sinforosa, le preguntó a su valedor:

-¿Quién sois, señor?
-Rigoberto, un pobre desgraciado que al bosque se ha retirado a meditar sobre un matrimonio concertado.
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-Mal de amores es el que suelen tener los señores.
-Desgracia de amores cuando a uno lo obligan a casar con quien nunca llegará a amar. Desayunad. Me voy a cazar.
-No tengo a donde ir. ¿Podría quedarme aquí a vivir?

-Si aquí queréis quedar tendréis que ayudarme a limpiar, lavar y cocinar.
Y Sinforosa, barrió, lavó, cocinó... Se enamoró, y un día que al espejo se miró no le gustó lo que vio,
-¡Noooooooooo!


Se había transformado otra vez en la princesa con los labios de fresa.
Maldiciendo al brujo Cartujo, en su cama despertó y allí se lamentó.
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Tres meses más tarde llegó al castillo el príncipe Rigoberto, heredero del Reino Abierto. Sinforosa, al encontrase con él se le erizó la piel.
Era el marido que pensara que le tocara el penitencia en un matrimonio de conveniencia, y que le diría, en confidencia:
-Con vos me casaré, mas amo a otra dama.
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.¿A la que encontrasteis en la cabaña en vuestra cama?
-¡¿Vos cómo sabéis eso?!
-Lo sabréis cuando me deis un beso.

Y Rigoberto lo sabría, y con Sinforosa se casaría y con ella reinaría.

Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.

                                 Fin
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