La aventurera Flor de Enero y el caballero

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El el siglo de oro, en el que florecieron las letras y el pensamiento,  se desarrolla este cuento.

Érase que se era, un hombre de Salamanca, que en la taberna del de Paterna se encontró a una aventurera llamada Flor de Enero que se había quedado sin dinero, le intentaba vender un papiro ajado, que a saber por cuantas manos habría pasado.

-...Tengo un papiro -le decía-, pone como llegar hasta las moras de la sabiduría, y aunque mucho lo aprecio,  pero se lo vendo por un buen precio.
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El caballero le dijo a la aventurera Flor de Enero.

-Bella dama, os diré de buenas a primeras que yo no pago por quimeras, pero hablad y si me convencéis vuestro buen dinero tendréis.
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-Os empezaré diciendo, aunque no me acabéis creyendo, que seiscientos años cumplí ayer, y como podéis observar, estoy de buen ver. -¡Pardiez! Estoy bebiendo con una chalada, con una loca descarriada.
-Cuerda estoy aunque no lo parezca, mas antes que vuestra ira crezca, os digo adiós y que Dios quede con vos, que yo me voy con mi vida eterna y mis moras en busca de mejores horas.
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La aventurera se levantó y con marcharse amagó.
Al  caballero le picó la curiosidad.

-Sentad de nuevo, sentad y hablad. ¿Qué es eso de la vida eterna? Y hablad en bajo que tiene muchos oídos esta taberna.
-Veréis, en una tierra muy lejana, a la que llaman Tierra del Mañana, hay una zarzamora al lado de una fuente... Vaya, de repente, se me fue la memoria y si no como algo de cordero no podré acabar la historia.
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-¡Tabernero, cordero! 

La  aventurera cogió la botella de vino, y con la mano levantada, dijo, descarada:

-Hay poco vino en la mesa, esta botella poco pesa.
-¡Tabernero, más vino para esta clienta que yo pago la cuenta!
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Mientras comían y bebían, la aventurera le contó de su vida los grandes momentos, aunque más que momentos parecían cuentos.

-...Y así llegué hasta aquí.
-¿Cuánto pedís por ese tesoro?
-Cien monedas de oro.

-¿Cien? El precio es decente, pero mi bolsa no llega a veinte.
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-Dadme el dinero que os quede después de pagarle al tabernero.

El hombre pagó al tabernero. La aventurera Flor de Enero le dio el papiro y el caballero le dio la bolsa con el resto del dinero.

-Mirad el papiro en vuestra casa que hay suelto mucho ladrón y luego pasa lo que pasa.

Ya en su habitación, el caballero, cuando el papiro abrió, lo que leyó de piedra le dejó:

"Hay que ser garrulo, y tener menos luces que un mulo, para creer en moras de la sabiduría y fuentes de la eterna juventud. Por cierto, muy bueno el vino y el cordero. Saludos, ingenuo caballero.

Y hasta aquí hemos llegado porque este cuento se ha acabado.

                                Fin
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