Teresa, la princesa traviesa
En el reino de la Gran Dehesa vivía Teresa, la Princesa Traviesa. Su vida era una locura pues iba de travesura en travesura. Eso, para el rey Talo, no sería tan malo, si Teresa, una niña fuera, pero Teresa, niña ya no era.
Teresa, la Princesa Traviesa, se internó en el bosque de las Enredaderas Cantantes, un bosque encantado de los de antes.
-Curioseando -le respondió Teresa, a aquel desconocido atrevido.
-La curiosidad mata, ojitos de gata.
-Vuestro tono de voz no me gusta, es más, me asusta. Ante vos hinco la rodilla, bella chiquilla. Tomad mi mano como si fuese la de vuestro hermano.
Miles de enredaderas, con voces fieras, comenzaron a cantar en aquel bosque tan peculiar:
-¡¡Ogro Vicente, vente, vente, vente. Ogro Vicente, vente, vente, vente...!!
-¡Salvadme, caballero!¡¡ Mi padre o dará tierras, dinero...!!
Tino, el peregrino, a la princesa se acercó. En los labios la besó, y después con su espada la enredadera cortó y la liberó.
-¡Me habéis besado, descarado!
Allí se pudo haber liado la mundial porque Teresa, la Princesa Traviesa, era una luchadora sin igual, pero como nadie antes la besara y el beso le gustara, se calmó, y dejó que el joven al castillo la acompañara.
Al fin y al cabo, el beso acaramelado, era la única recompensa por haberla liberado.
Poco después, cuando las Enredaderas Cantantes vieron al ogro Vicente llegar, le indicaron el camino a tomar, pero el ogro no las quiso escuchar.
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Teresa, la Princesa Traviesa, tenia dieciocho años tres meses y un día, cuando un mediodía, por no conocer a su pretendiente, Bisbal, príncipe del reino de Cristal, de campesina se disfrazó, del castillo se escapó y en su última travesura se metió.
Teresa, la Princesa Traviesa, tenia dieciocho años tres meses y un día, cuando un mediodía, por no conocer a su pretendiente, Bisbal, príncipe del reino de Cristal, de campesina se disfrazó, del castillo se escapó y en su última travesura se metió.
Teresa, la Princesa Traviesa, se internó en el bosque de las Enredaderas Cantantes, un bosque encantado de los de antes.
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Allí vio venir por un camino a un joven con andar cansino, de poca hermosura y con una espada a la cintura.
-¿Qué hacéis aquí, carita de fresa? -preguntó el joven al encarar a Teresa, la Princesa Traviesa.
Allí vio venir por un camino a un joven con andar cansino, de poca hermosura y con una espada a la cintura.
-Vuestro tono de voz no me gusta, es más, me asusta. Ante vos hinco la rodilla, bella chiquilla. Tomad mi mano como si fuese la de vuestro hermano.
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-¡Mirad el descarado! Aprovecha que va armado.
-Y vos desarmada en el bosque de las Enredaderas Cantantes y del ogro Vicente, imprudente.
-Un ogro. Enredaderas cantantes. ¿Quién sois vos, el rey de los ignorantes?
-Y vos desarmada en el bosque de las Enredaderas Cantantes y del ogro Vicente, imprudente.
-Un ogro. Enredaderas cantantes. ¿Quién sois vos, el rey de los ignorantes?
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-Alguien a quien el ogro Vicente comió su montura. Es un ogro poseído por la locura. No os separéis de mí o no saldréis de aquí.
-Lo próximo que me diréis, bandido, es que sois un príncipe que se ha perdido.
-Podéis llamarme Tino, Tino, el peregrino.
-Un ogro y enredaderas cantantes. No sabéis mentir. Sólo os falta hablar de algún mágico elixir. Y Tino. ¿Tino de qué? Tino no tenéis ninguno, cretino.
-Alguien a quien el ogro Vicente comió su montura. Es un ogro poseído por la locura. No os separéis de mí o no saldréis de aquí.
-Lo próximo que me diréis, bandido, es que sois un príncipe que se ha perdido.
-Un ogro y enredaderas cantantes. No sabéis mentir. Sólo os falta hablar de algún mágico elixir. Y Tino. ¿Tino de qué? Tino no tenéis ninguno, cretino.
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Teresa, la Princesa Traviesa, salió del camino, y desoyendo a Tino, cogió una enredadera, la enredadera a ella se enredó y a un árbol la at
Teresa, la Princesa Traviesa, salió del camino, y desoyendo a Tino, cogió una enredadera, la enredadera a ella se enredó y a un árbol la at
-¡¡Ogro Vicente, vente, vente, vente. Ogro Vicente, vente, vente, vente...!!
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Teresa, la Princesa Traviesa, se asustó y ayuda reclamó.
-¡Salvadme, caballero!¡¡ Mi padre o dará tierras, dinero...!!
Tino, el peregrino, a la princesa se acercó. En los labios la besó, y después con su espada la enredadera cortó y la liberó.
-¡Me habéis besado, descarado!
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-No soy un descarado, mi recompensa he cobrado.
-No soy un descarado, mi recompensa he cobrado.
Allí se pudo haber liado la mundial porque Teresa, la Princesa Traviesa, era una luchadora sin igual, pero como nadie antes la besara y el beso le gustara, se calmó, y dejó que el joven al castillo la acompañara.
Poco después, cuando las Enredaderas Cantantes vieron al ogro Vicente llegar, le indicaron el camino a tomar, pero el ogro no las quiso escuchar.
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-... Y un peregrino valiente me salvó del ogro Vicente.
-¡Diantres! Habéis estado en el bosque de las Enredaderas Cantantes.
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Cientos de sodados a Tino fueron a buscar pero solo con el ogro y las enredaderas se iban a encontrar.
Un mes más tarde, sonaron las trompetas anunciando a Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Teresa, la Princesa Traviesa, triste y apenada porque con él no se quería casar, en la sala del trono a Bisbal vio entrar, y todos y todas la oyeron exclamar:
-¡¡¡Tino!!!
Tino, el peregrino, era Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Y hasta aquí hemos llegado, mas este cuento no se ha acabado, pues al cuento de Teresa, la Princesa Traviesa, y de Bisbal, el príncipe del reino de Cristal, le pones tú el final.
Ya en el castillo, Teresa, la Princesa Traviesa, con su padre se encontraba, y así le hablaba:
-... Y un peregrino valiente me salvó del ogro Vicente.
-¡Diantres! Habéis estado en el bosque de las Enredaderas Cantantes.
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-¿Sabíais que existía?
-Claro que sí, hija mía. ¿Ese peregrino valiente mató al ogro Vicente?
-No, pero de la enredadera cantante me desató. Me besó y me enamoró.
-Lo mandaré a buscar y caballero lo voy a nombrar.
-Claro que sí, hija mía. ¿Ese peregrino valiente mató al ogro Vicente?
-No, pero de la enredadera cantante me desató. Me besó y me enamoró.
-Lo mandaré a buscar y caballero lo voy a nombrar.
Cientos de sodados a Tino fueron a buscar pero solo con el ogro y las enredaderas se iban a encontrar.
Un mes más tarde, sonaron las trompetas anunciando a Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Teresa, la Princesa Traviesa, triste y apenada porque con él no se quería casar, en la sala del trono a Bisbal vio entrar, y todos y todas la oyeron exclamar:
-¡¡¡Tino!!!
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Tino, el peregrino, era Bisbal, el príncipe del reino de Cristal.
Y hasta aquí hemos llegado, mas este cuento no se ha acabado, pues al cuento de Teresa, la Princesa Traviesa, y de Bisbal, el príncipe del reino de Cristal, le pones tú el final.
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